A partir de los hechos de fines de septiembre pasado en Ayotzinapa, Guerrero, diversos grupos de la sociedad se han manifestado por la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, acusándolo de ser responsable político de estos hechos. Entre dichos grupos se encuentran tanto organizaciones partidistas y sindicales como personalidades que no concuerdan con las políticas [...]
A partir de los hechos de fines de septiembre pasado en Ayotzinapa, Guerrero, diversos grupos de la sociedad se han manifestado por la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, acusándolo de ser responsable político de estos hechos. Entre dichos grupos se encuentran tanto organizaciones partidistas y sindicales como personalidades que no concuerdan con las políticas del presidente por motivos ideológicos, han sido afectados directamente por sus políticas u obtendrían una ganancia política con su renuncia.
Antes de pasar al punto que nos ocupa, aclaro mi posición sobre esto: de eso, más o menos, se trata la democracia. Siguiendo el argumento de Amartya Sen, el mecanismo por el que las democracias evitan desastres como las hambrunas es dando libertades a quienes tienen un interés en que fracase el gobierno: siempre que ocurra un desastre, en una democracia el gobierno debería contar con que habrá gente ansiosa por denunciar su incompetencia y exigir que otra persona más competente u honesta tome su lugar. Lo mejor para evitar eso, es evitar desastres. No sólo no debería extrañarnos, sino que esto define a una democracia. Cualquier ciudadano puede elevar una demanda, sin importar sus razones profundas.
Constitución ideal del gobierno: "Artículo único. Sólo tendrán derechos políticos quienes no tengan motivaciones políticas"
Por supuesto, qué tanto éxito tenga una demanda como la de la renuncia del presidente en turno depende de factores como a cuántos puedan sumar a esa demanda y qué tanto intensas y eficaces sean las movilizaciones. Y seguimos en el ejercicio legítimo de los derechos democráticos.
También es de esperarse que funcionarios del gobierno o simpatizantes del gobierno respondan de alguna forma a esta demanda, argumentando razones en contra. Claro, es debate político. El término “razones” puede resultar exagerado. Políticos e intelectuales que defienden a capa y espada posiciones partidistas terminan haciendo todo, menos un discurso lógicamente consistente. Pero aún tomando en cuenta eso, este artículo de la Secretaria de Cultura del PRI resulta excesivo. Vale la pena comentarlo porque constituye un ejemplo de teoría de la conspiración, casi para libro de texto.
Las teorías de la conspiración son “teorías” en el sentido de que son discursos que explican eventos. De acuerdo con una definición aséptica, estas explicaciones se distinguen por cuatro elementos: “1) un grupo 2) que actúa en secreto 3) altera las instituciones, usurpa el poder, oculta la verdad u obtiene un beneficio 4) a costa del bien común”. Ahora bien, a diferencia de otras teorías como las religiones o los textos de Laclau, las teorías de la conspiración tienen un alto contenido empírico. La gente que las sostiene constantemente apoya sus conjeturas con datos y evidencia. De hecho, si uno piensa en los cuatro elementos de la definición, parece innegable que existen grupos que presentan conjuntamente las propiedades 2), 3) y 4). Es decir, es innegable que existen conspiraciones. Y aquí acaba todo el valor que puedan tener estas teorías. Las teorías de la conspiración se caracterizan por una serie de atributos que las hacen sumamente implausibles.
Resulta que el artículo de Pagés ilustra muy bien estos atributos:
-Objetivos ocultos. Los que participan en la conspiración en realidad no quieren lo que dicen querer. Tienen un objetivo ulterior, no declarado, que les representa un valor no instrumental.
Los grupos en las manifestaciones piden la renuncia de peña Nieto y el esclarecimiento del crimen. La teoría de la conspiración postula que la movilización que acompaña estas demandas constituyen un riesgo para la estabilidad. Por lo tanto, concluye, los grupos movilizados buscan desestabilizar al país.
Aún asumiendo que de las manifestaciones necesariamente se sigue la “desestabilización” del país (lo que en sí mismo habría que demostrar), eso no querría decir que éste es el objetivo verdaderamente deseado. Por ejemplo: Todos los días la señora Pagés conduce su automóvil con el objetivo de llegar a su oficina. Al hacer esto, contamina el ambiente. Esto no basta para que yo afirme que su verdadera intención es incrementar la polución. Si le dijera eso a la señora Pagés, tendría todo el derecho a mirarme como si no supiera qué diablos ocurre conmigo.
Pero supongamos que ese es el verdadero objetivo. No queda nada claro por qué alguien querría “desestabilizar” a México. Si yo afirmo que la CNTE ganaría con un cambio de la camarilla en el poder por una comprometida con revertir la reforma educativa, mi afirmación puede ser incorrecta, pero apelo a supuestos relativamente razonables sobre los intereses de este sindicato. Decir que la CNTE quiere desestabilizar a México es otra cuestión. ¿Qué gana este grupo (o cualquier otro) “desestabilizando”? En este artículo, de pocos días después del de Pagés, los sindicatos no son grupos afectados en sus intereses por las reformas de Peña Nieto y que reaccionan con su oposición organizada, en uso de sus derechos: no, son “comemierdas” que quieren “darle en la madre a nuestro país”.
Se necesita alguna argumentación que de manera convincente nos diga qué beneficio obtienen los miembros de la conspiración con la desestabilización o dándole en la madre al país. Si la desestabilización no tiene valor instrumental para los conspiradores, es porque ellos la valoran en sí misma. Tal vez se pueda apelar a esta hipótesis de maldad intrínseca para algunos de los conspiradores. Pero la generalización es muy difícil de sostener.
-Participación de todos los interesados. Las teorías de la conspiración suelen dar por sentado que todos aquellos que tienen algo que ganar con la conspiración, participan en la conspiración.
Dice Pagés: “La cadena de protestas y actos vandálicos —perfectamente bien orquestados— replicados en varias partes del país demuestra que la desaparición y probable exterminio de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa forma parte de una trampa estratégicamente puesta a México. En esa trampa participan varios: el crimen organizado, grupos guerrilleros, agrupaciones sindicales como la Coordinadora de Maestros de Guerrero, mercenarios, anarquistas… y partidos políticos —tipo Morena— que apuestan a ganar con la desestabilización”.
Asumiendo que todos estos grupos tan disímiles valoran por igual la desestabilización, el hecho de que sea así no significa automáticamente que se unirán para obtener de manera coordinada la desestabilización. Esto es mala teoría social. De llegar, la inestabilidad los beneficiaría, participen o no en traerla. Por Olson sabemos que de esto se sigue que ninguno participará, o sólo el o los pocos que más se beneficien de este bien público. De forma más suave, lo menos que podemos decir es que del beneficio común no necesariamente se siguen que todos los potenciales beneficiarios participarán.
-El resultado es evidencia de la causa (técnicamente, “afirmar la consecuencia”). Muy cercano al anterior. Si x se beneficia con el evento A, y observamos el evento A, concluimos que x produjo A.
Dice Pagés: “Basta mirar la firma de Andrés Manuel López Obrador en la puerta incendiada de Palacio —’Lárgate Peña…’— para entender sobradamente lo que está detrás de Ayotzinapa”.
Supóngase que al Vizconde le encanta el guacamole. Si de él dependiera, todos los días servirían guacamole en el comedor. Y sirven guacamole. Conclusión: el Vizconde hizo que se sirviera guacamole. La falacia aquí es que la intervención del Vizconde es sólo una de las posibles causas para servir ese plato. Con la mera observación del guacamole no podemos excluir esas otras causas.
López Obrador viene pidiendo la renuncia de Peña Nieto desde el día siguiente de la elección presidencial, y ciertamente se beneficiaría de ella. Pero de eso no se sigue que López Obrador está detrás de cada acción en la que se pide la renuncia de Peña. Tal vez a algunos priistas les resulte difícil de creer, pero detrás de esa demanda puede haber muchas causas, muchas.
-Los súper conspiradores. Los anteriores casos se trataban de falacias: argumentos con estructura viciada. Pero las teorías de la conspiración suponen, adicionalmente, capacidades de control y previsión que quedan fuera de las capacidades de humanos normales. En las teorías de la conspiración, los conspiradores controlan todo lo que es necesario controlar y anticipan cada una de las posibilidades que es necesario anticipar. En estas teorías, ninguna voluntad se les opone y el azar no forma parte de los eventos. Son teorías del Plan Perfecto.
No se les habrá escapado que Pagés afirma que la propia masacre de los normalistas “forma parte de una trampa estratégicamente puesta a México”. La expresión es ambigua, lo que permitiría a su autora desdecirse, en caso de necesidad. Pero en un comentarista usualmente más contenido como es Sergio Sarmiento queda más claro este aspecto de la teoría de la conspiración. Sarmiento se pregunta:
“¿quién mandó a los novatos a Iguala y cuál era su propósito? ¿Qué tanto sabía de las posibles consecuencias de esa aventura? ¿No pensó que el presidente municipal tomaría medidas para enfrentar un reto como éste? ¿O mandó a los jóvenes precisamente porque sabía el riesgo que corrían?”
Y casi que responde: “Dicen que todo movimiento político necesita mártires. El hecho es que el movimiento de Ayotzinapa, antes limitado a una pequeña normal rural en un pueblo cercano a Chilpancingo, es hoy bandera de revolucionarios en México y el mundo gracias a sus 43 mártires. ¿Era eso lo que buscaba quien mandó a los jóvenes a su trágico destino?”
En esta lógica, se asume de los conspiradores: 1) Que, de alguna forma, se beneficiarían con la matanza. 2) Que tienen control sobre los normalistas, como para “mandarlos”. 3) Que sabían, con gran precisión, cómo iba a reaccionar el presidente municipal. Ojo, los Abarca eran conocidos criminales, al parecer, pero tampoco había muchos motivos para esperar que ordenasen una masacre 4) Que, a diferencia de otras matanzas a gran escala por el narcotráfico, esta sí iba a tener consecuencias de largo alcance y desestabilizadoras para el gobierno nacional. Todo esto nos exige presumir en los conspiradores una capacidad sobrenatural de control sobre los eventos y de previsión de las consecuencias de dichos eventos y de su reacciones en cadena.
-Culpable por asociación. Volviendo a las falacias, la operación por la que todos los conspiradores pertenecen a la misma bolsa funciona así: A quiere desestabilizar al país y demanda justicia para las víctimas. B, como A, demanda justicia para las víctimas. Entonces, B quiere desestabilizar al país.
Esta es la forma en la que las teorías de la conspiración son más abiertamente paranoicas y comienzan a ver enemigos en todas partes. Las protestas han adquirido un tono muy antigubernamental y, en algunos casos, ciertos individuos han recurrido a la violencia. Esto les basta a Pagés y a Alazraki para llamar a todos los movilizados “violentos” y “delincuentes”. Quienes acusan al Estado de los crímenes no cometen un error de diagnóstico (como en lo personal me parece), sino que son parte del plan desestabilizador. Criticar al procurador te hace parte de un “engranaje de perversidad” del que forman parte también los estudiantes del IPN porque… pues porque le hacen la vida difícil al gobierno. El asunto es que no existe una relación de necesidad entre la violencia de ciertos manifestantes, el uso de la libertad de expresión, el diagnóstico errado o no, la crítica al gobierno y otros conflictos paralelos. De ahí la falacia.
El presidente Peña Nieto se sumó alegremente (bueno, más bien bastante enojado) a este último aspecto de la teoría de la conspiración: aquí sugiere que los recientes cuestionamientos a la casa que su esposa compró son parte de un “afán orquestado por desestabilizar”.
Comienzan cuestionando el origen de tus billetes y lo próximo que sabes es que ya valió madres el proyecto de nación
A los políticos les viene bien el uso de las teorías de la conspiración: son explicaciones que parecen sensatas y te ponen del lado de los buenos contra los malos, que son más poderosos y operan más allá de las apariencias. Peña Nieto no es el primer político mexicano que recurre a esto: López Obrador construyó una carrera política presentándose como el adversario de una gran conspiración.
Pero sí hay una diferencia. López Obrador no es presidente, y no tiene mando sobre las fuerzas armadas. Si un líder de la oposición se pone paranoico, lo peor que puede pasar es esto:
En cambio, si el presidente se pone paranoico, tu peor escenario se ve más o menos así:
Las teorías de la conspiración son, como explicaciones, deficientes, y hasta tontas. Eso no implica que no puedan ser peligrosas.
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3highlighted…
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¡Diste en el clavo, Rodrigo! Acertaste al destacar el sentido de las manifestaciones democráticas y señalar el cáncer de las interpretaciones gubernamentales.
El artículo es un excelente análisis de un hecho que, fuera de lo dramático, revela un trasfondo político aplicable a otros muchos sucesos tan dramáticos como inundaciones, temporales, incendios, y que también puede aplicarse a países como Venezuela y Argentina. En efecto, todo el que piensa diferente del gobierno es un conspirador. Me recuerda mis tiempos de estudiante universitario cuando un catedrático, con ironía, definía a la persona inteligente a “quien piensa como yo”. A la inversa y, mutatis mutandis, es perverso, malo, traidor, mala persona, incapaz, etc., etc. aquel que no piensa con el gobierno de turno. Así, en la larga lista de los conspiradores, traidores a la patria, si no piensan como ella –según Cristina, presidenta de los argentinos–, están los fondos buitre, los EE.UU., las naciones del mundo entero, todas las universidades, los intelectuales, los jueces, los industriales, los comerciantes, los estudiantes que no militan en la Cámpora, la Iglesia, etcétera, además de los que, como escribe la Sra. Pagés, están incluidos en ese grupo maldito: los del crimen organizado, los guerrilleros, los sindicatos, los mercenarios y la oposición política, entre otros muchos que no se pasan la vida aplaudiendo ni viven a costa del gobierno.
Me parece que la mejor y la más fácil solución para algunos gobiernos sería crear el Ministerio del Pensamiento Único con carnet y afiliación obligatorios. Y derecho a un buen presupuesto…
Moraleja: como la conspiración y los conspiradores son secretos, puedo decir sobre esto cualquier cosa sin ruborizarme