Durante la pasada campaña presidencial en México, el PAN intentó sacudirse un poco el lastre de la inseguridad durante su gestión presentando lo que ellos consideraban datos duros: los estados con mayor inseguridad, decían, eran gobernados por el PRI. En esas épocas Juan Molinar Horcasitas, secretario de algo importante en el PAN, se presentó en [...]
Durante la pasada campaña presidencial en México, el PAN intentó sacudirse un poco el lastre de la inseguridad durante su gestión presentando lo que ellos consideraban datos duros: los estados con mayor inseguridad, decían, eran gobernados por el PRI. En esas épocas Juan Molinar Horcasitas, secretario de algo importante en el PAN, se presentó en FLACSO transmitiendo esta versión. Su actitud era la del académico entre colegas. Nos mostró diapositivas con la evidencia irrefutable: efectivamente, los estados con mayor criminalidad eran gobernados por el PRI. Yo estaba entre el público, recordando que en otras épocas se podía decir que Molinar era de los pocos politólogos de México de los que se podía decir que era un científico en forma.
“¡Pero ahora tengo un puestazo!”
Aunque se usen “datos duros”, el uso de la evidencia es falaz porque es selectivo. En este caso, no se toma en cuenta, por ejemplo, que de los seis estados que en 2011 tenían el menor número de homicidios por habitante, cinco eran gobernados por el PRI. ¿Qué ocurre? Algo muy sencillo, pero políticamente poco rentable (para el PAN): el PRI gobierna muchos estados. Si se divide a los estados en grupos por cualquier criterio, en cualquiera de esos grupos lo más probable es que la mayoría de los estados esté gobernada por el PRI.
Esta forma de presentar la información es muy propia de la política y se encuentra en todas partes. En Estados Unidos esto se ha dado de manera muy interesante. En buena medida porque muchos miembros del Partido Republicano han adoptado posturas abiertamente oscurantistas, el Partido Demócrata se presenta a sí mismo como el bando de la racionalidad y la ciencia. Más aún, desde el famoso discurso de Bill Clinton en septiembre de 2012, en la nominación de Obama como candidato presidencial, la izquierda norteamericana ha adoptado un discurso en el que se demuestra científicamente que los republicanos apestan.
“¡Me llamaron loco! ¡Se burlaron de mí! ¡Pero Carter fue el mejor presidente!”
Aquí un ejemplo. La página politicususa publica una nota con el encabezado ”Study Finds the Majority Of The Worst States To Live In Are Controlled By Republicans”. Se refieren a un estudio de la OCDE que no hace para nada eso: elabora un índice de bienestar que toma en cuenta indicadores de ingreso, ambientales, salud, seguridad, empleo, y demás. El estudio presenta el valor de estos indicadores no sólo para distintos países, sino que también para los 50 estados que componen a los Estados Unidos. La OCDE no “encuentra” absolutamente nada relacionado con el partido que controla los estados. Son los muchachos de politcus quienes notan que, de los 10 estados con menor valor en el índice, 7 son controlados por el GOP. Por supuesto, acompañan su hallazgo de un comentario apoyado por la certeza que dan los datos duros: “It is logical that states controlled by a political party that believes in redistributing wealth to the rich would have widespread poverty, but it is the devastating consequences of these policies on the quality of life for the people who live there that get often overlooked”. Pero ¿y qué pasa con los 10 estados con mayor bienestar? Es más, si se tiene información de los 50 estados, ¿no sería apropiado usar toda la información? Pues no, únicamente se discuten estos 10 casos. ¿Les suena familiar?
“La lógica es impecable”
Para la totalidad de los estados, el índice de bienestar tiene en promedio un valor de 62.8. Los 29 estados bajo control republicano presentan en promedio un valor de 61.3; los 29 restantes tienen en promedio 64.8. La diferencia, de 3.5 puntos no es significativa desde el punto de vista estadístico.
Este comentario sobre los mismos datos, tal vez por no estar políticamente motivado, da con un patrón más relevante: los estados con menor valor en el índice tienden a concentrarse en el sur del país. En estos estados habita una enorme proporción de electores blancos, pobres y rurales, que suelen favorecer al partido Republicano. Claramente, este perfil de elector se asocia con bajos niveles de bienestar que, plausiblemente, son independientes a las acciones del partido republicano.
Si quisiéramos establecer el efecto del GOP sobre el bienestar, lo más apropiado no es analizar quién gobierna en los estados con menor bienestar. Es mejor comparar el bienestar de los estados gobernados por republicanos con el bienestar de estados gobernados por demócratas o independientes con perfiles de electores similares. Por ejemplo: el electorado de un estado en el que el candidato republicano gana por un voto es necesariamente igual al electorado de un estado en el que el candidato republicano pierde por un voto. Si entre esos estados la diferencia del bienestar es importante, posiblemente tal diferencia se pueda imputar al partido en el gobierno. La siguiente gráfica ordena a los 50 estados por la diferencia entre el voto del candidato a gobernador republicano y el candidato con más votos entre el resto (generalmente un demócrata, pero no siempre). Cuando la diferencia es negativa, el republicano perdió (línea roja). Si es positiva, el republicano es gobernador (línea verde). Las líneas de la gráfica representan el nivel medio de bienestar para los estados en cada nivel de votación. Los casos de interés son aquellos en los que la diferencia es alrededor de 0. Esta técnica se conoce como “regresión discontinua”.
El análisis es exploratorio, y los resultados serían más precisos con más información, pero de manera provisional el panorama parece muy claro. En la gráfica se percibe una ligera discontinuidad en la zona de interés: en esta zona, en promedio los estados republicanos tienen un nivel de bienestar inferior en 3.7 puntos al promedio de los estados no republicanos. Esta diferencia es pequeña, y no significativa.
Si participas en el debate político y tienes un preferido claro, tu partido te hace un gran favor si te proporciona “evidencia” que muestra cómo votar por ese partido es la única opción razonable para cualquiera que tenga una dosis mínima de decencia y sentido común. Por el contrario, si lo que te interesa es saber como operan realmente las cosas, tal vez encuentres que ni aún el Partido de la Ciencia es una fuente confiable de análisis imparcial.
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