Entre las reformas del código electoral mexicano (Cofipe) de 2007, destaca la que limita el uso “de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas” en la propaganda electoral. Es decir, que la reforma busca reducir sensiblemente, si no eliminar definitivamente, la frecuencia de los mensajes [...]
Entre las reformas del código electoral mexicano (Cofipe) de 2007, destaca la que limita el uso “de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas” en la propaganda electoral. Es decir, que la reforma busca reducir sensiblemente, si no eliminar definitivamente, la frecuencia de los mensajes negativos en la política. Si uno revisa el diario de los debates, es claro que los principales promotores de las reformas consideraron que las campañas negativas constituyen un abuso de la libertad de expresión y, paralelamente, que las campañas basadas exclusivamente en las propuestas tienen una mayor calidad.
Como reacción a este aspecto de la reforma, el profesor Benjamín Temkin y yo escribimos este documento, recién publicado por el Tribunal Electoral. Nuestra postura es que en este debate los efectos nocivos de las campañas negativas son sobreestimadas, a la vez que se ignoran los potenciales efectos benéficos que pueden tener sobre la democracia.
Argumentamos que las campañas exclusivamente propositivas no son mejores que las negativas en cuanto a:
Por otro lado, las campañas negativas, y sólo ellas, pueden dar un mayor valor informativo a los mensajes políticos, pues difunden información que los candidatos no están interesados en revelar (v.gr. sobre su incompetencia y/o sus fallas de carácter), dejando esta tarea en manos de los más interesados en encontrar información fidedigna: los rivales electorales.
Asimismo, si los políticos pueden reaccionar anticipadamente a los efectos negativos de estos mensajes sobre sus carreras. Para evitar este tipo de críticas, pueden comportarse de una forma más honesta y competente de lo que lo harían si saben que nadie los va a criticar. Las críticas, pues, mejoran la calidad del sistema democrático.
El documento es de carácter polémico, no técnico o científico. Es decir, argumentamos y defendemos un punto de vista como parte de un debate. Ahora bien, como no somos intelectuales ni opinólogos, desarrollamos nuestros argumentos y posturas como creemos que lo debe hacer un especialista: a partir de los hallazgos de la investigación empírica disponible y de la consistencia lógica de las teorías existentes.
Ojalá les interese.
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1scenario…
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Explíquenme, ¿Por qué el TRIFE publica un documento que ataca el espíritu de una ley vigente? ¿Donde quedó el “estado de derecho”? ¿o solo se vale invocarlo cuando conviene a los intereses conservadores?
Sus argumentos no pasan de ser especulaciones, en cambio hay evidencias de que las campañas negativas de 2006 fueron emocionales y sin un sustento real.