La anterior semana escribí un texto analizando el fútbol con herramientas de la Ciencia Política. Honestamente me quedé con el pendiente de aumentar el número de observaciones. Varios de mis colegas seguramente habrán pensado que no se puede concluir nada a partir de cinco puntos en un gráfico (aunque no debe perderse de vista que cada punto es el agregado de 20 torneos, en al menos 10 años). Añadí cinco países (dos europeos y tres latinoamericanos) y mantuve todos los criterios de análisis. Hallazgo: ninguna de las afirmaciones que hice se modifican, lo que refuerza la conclusión (preliminar) de que existe una relación inversa entre competencia y calidad en el fútbol. Para llegar a una conclusión firme se requiere acumular información de al menos 20 países más, algo que no haré. Por lo pronto me quedo satisfecho con lo encontrado. Si alguien se anima a continuar le paso mi base de datos. Los dejo con las nuevas versiones del cuadro y el gráfico de la semana pasada.
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Adenda a “Competencia y calidad en el fútbol”
Monday, May 26th, 2014Competencia y calidad en el fútbol, ¿debemos lamentarnos por no ser europeos?
Monday, May 19th, 2014Ayer jugaron la final del fútbol mexicano dos equipos pertenecientes al mismo grupo empresarial, algo que no es común en el mundo y que naturalmente despierta sospechas en torno a las condiciones de la competencia futbolística. Estas sospechas no son novedosas en México, ya que existen antecedentes similares y multitud de historias sobre cómo se benefició al equipo de la televisora más poderosa de este país: el América. Hoy en día se sigue especulando al respecto: que el calendario es benévolo con ciertos clubes, que los árbitros no son imparciales y favorecen a alguien, que los técnicos contrarios no pusieron su mejor alineación con el fin de dejarse ganar, que los jugadores no dieron su máximo esfuerzo y se vendieron, etc. Todo esto hace que sea imperioso preguntarnos si los dados están cargados para favorecer a algún o a algunos equipos en México. Puesto que no tenemos acceso a las reuniones entre dirigentes de los clubes, a lo que hablan jugadores y técnicos en los camerinos, a las charlas entre promotores y auspiciantes o a lo que conversan los cuerpos arbitrales al medio tiempo de los partidos, sólo podemos valorar los resultados de los torneos jugados.
En el análisis político se utilizan múltiples indicadores para evaluar las condiciones de la competencia política, uno de ellos es el Índice de Fraccionalización (desarrollado en la década de los setenta) cuyos valores oscilan entre 0 y 1. Este índice nos señala cuál es la probabilidad de que dos individuos elegidos al azar pertenezcan a grupos diferentes. Cuando todos pertenecen al mismo grupo el valor obtenido es cero y cuando todos pertenecen a grupos diferentes (es decir, no hay grupos, sólo individuos aislados) se obtiene un valor de 1. Con este índice podemos saber cuán dividida es una sociedad (a nivel étnico o religioso, por ejemplo) o cuán fragmentado está el congreso de una país entre los partidos existentes. Para el tema que nos ocupa, el índice de fraccionalización nos dice cuán concentrados están los títulos futbolísticos entre los distintos equipos. En el extremo en que un club obtenga todos los títulos, el índice será igual a cero. Por el contrario, si cada torneo sucesivo es ganado por un equipo diferente, el índice será igual a uno. En otras palabras, valores mayores indican alta competencia e incertidumbre en torno a quién podría quedar campeón, en tanto que valores menores implican lo opuesto.
Es importante mencionar que alta competencia no necesariamente significa alta calidad futbolística. Simplemente representa ausencia de dominio de uno o pocos clubes en un país. No obstante, una situación de ese tipo es deseable debido a que lanza el mensaje de que cualquier equipo puede obtener un campeonato, de que vale la pena esforzarse y de que diversos tipos de desventaja (en salarios, infraestructura o incluso talento) pueden remontarse por la vía del trabajo duro, algo muy importante si consideramos que buena parte de los espectadores son niños. ¿Qué nos dice una situación de dominio futbolístico? Aunque no significa que la puerta esté completamente cerrada para el triunfo de los competidores más desventajados (los equipos chicos), involucra que esto ocurrirá en situaciones extraordinarias, algo muy poco motivador para sus aficionados. En el mundo de la política esto sería equiparable a que siempre gane el mismo partido o el mismo candidato, ¿les suena familiar?
A continuación se muestran los datos de fraccionalización futbolística de las tres ligas más importantes del mundo del siglo XXI en términos de calidad, según estadísticas de la FIFA, (España, Inglaterra e Italia) y de dos latinoamericanas. En las primeras se compite a lo largo de todo un año y en las segundas se realizan campeonatos de 5 meses de duración. Para todas ellas se ha calculado el índice en los últimos 20 y 10 torneos, respectivamente. ¿Qué podemos destacar?
En primer lugar, en las ligas más importantes hay en todo momento menor competencia que en las de América Latina. En segundo lugar, en todos los países analizados las condiciones para la competencia han empeorado en los últimos 10 torneos, aunque la caída en Argentina y México es marginal y bastante menor que en España e Italia. Al respecto, es de conocimiento común que en estos últimos dos países el título se lo disputan sólo dos equipos: Barcelona y Real Madrid, en el primer caso, y Juventus e Inter, en el segundo. Además, aunque, en Inglaterra la competencia no ha disminuido significativamente, el índice muestra una situación idéntica a la existente en el Calcio italiano. Si nos guiamos por el desempeño de los últimos 10 torneos, la probabilidad de que el Barcelona, el Manchester United y el Inter sean campeones el próximo año en sus países es idéntica: 50 por ciento. Con el mismo criterio, la probabilidad de que el América (club bajo eterna sospecha de ser beneficiario de favores especiales) sea campeón en México en el segundo semestre de este año es del 10 por ciento.
Ahora bien, en sentido estricto, el dominio futbolístico observado en Europa no necesariamente implica la existencia de dados cargados a favor de los equipos más importantes de sus ligas. Es perfectamente válido pensar que esos clubes son empresas eficientes y muy profesionales (como Google, Facebook o, hasta hace poco, Microsoft). Sin embargo, mirando los acontecimientos del pasado reciente podemos concluir que estos equipos, al menos, no son medidos con la misma vara y su dominio se mantiene en virtud de algunos favores. El Barcelona hace poco fue sancionado por realizar contrataciones ilegales de menores de edad, pero luego se le quitó el castigo y sólo tuvo que pagar una multa simbólica; al Chelsea de Inglaterra le ocurrió lo mismo hace un par de años; y la Juventus de Italia fue despojada de un título y descendida a segunda división por haberse comprobado que compraba árbitros. Inicialmente debía quedarse cinco años en esa categoría, pero luego la pena se redujo a un año.
¿Por qué no tener competencia y calidad? ¿Acaso son opuestas? Teóricamente no hay nada que nos impida disfrutar de ambos mundos, el tema es si esto es factible. Para evaluar esta posibilidad se relaciona el promedio de fraccionalización futbolística en ambos periodos con el PIB per cápita promedio de los últimos diez años en los países involucrados. El gráfico resultante es por demás interesante.
Aparentemente hay una relación inversa entre riqueza de los países y competencia futbolística. Es decir, en los países más desarrollados los clubes poderosos se hacen más poderosos y esta tendencia está aumentando con el paso de los años. Es posible que la poca incertidumbre sobre quién será campeón sea el precio a pagar por la calidad en el futbol, después de todo, los mejores jugadores demandan salarios millonarios y requieren infraestructura que no está al alcance de cualquier equipo, sólo de aquellos que cuentan con presupuestos estratosféricos.
Para Argentina y México la buena noticia es que seguiremos teniendo emoción en nuestros torneos, que cualquiera puede ganarlos (incluso Arsenal de Sarandí o Xolos de Tijuana) y que los dados no están cargados. Sí, leyeron bien, los dados no están cargados y no hay evidencia que indique lo contrario (lo cual no significa que los dirigentes de fútbol sean unos angelitos). Otra buena noticia, al menos para los que estamos de este lado del charco, es que nosotros sí podemos tener ambos mundos. Podemos disfrutar de la calidad de los clubes más poderosos de Europa y de la emoción que nos brindan los equipos de nuestras ligas, con todo y sus vaivenes, como el hecho de que puedan ser campeones en un año y descender en el siguiente. Y en eso somos más afortunados que los europeos, quienes tienen que esperar a que suceda un milagro como el del Atlético de Madrid el fin de semana pasado para convencerse, cada diez años, de que sí puedan contra los grandes.